Autor de más de cincuenta libros, incontables relatos cortos y multitud de poemas. Frecuentemente mencionado como influencia de autores contemporáneos y varias veces imitado en su estilo. Es considerado uno de los grandes escritores americanos y símbolo del ”realismo sucio” y la literatura independiente.
Heinrich Karl Bukowski nació el 16 de agosto de 1920 en la ciudad alemana de Aldernach. Su madre, Katharina Fett, era alemana nativa, mientras que su padre era un militar de ascendencia americana y polaca. A los tres años la familia viajó a Estados Unidos y se estableció en Baltimore. Más tarde se trasladaron a un suburbio de Los Ángeles, atmósfera que influiría poderosamente en su escritura. En el colegio no se interrelacionaba con sus compañeros, todos eran extraños. En la adolescencia un acné salvaje le dejó la cara llena de cicatrices. Cansado de la violencia de su alcohólico padre, un día le propinó una paliza y se fue de su casa.
Probó el alcohol por primera vez a los 17 años, a los 23 debutó sexualmente con una prostituta de 140 kilos y siempre le gustó pelear. Tras culminar sus estudios en el instituto, comienza a estudiar periodismo, pero abandona a los pocos meses y enfatiza su vida bohemia que giraba en torno a los bares, las carreras de caballo y las bibliotecas. Para sobrevivir tuvo muchos empleos: guardián de prostíbulo, mozo de almacén, distribuidor de revistas, armador de automóviles y hasta empleado en un matadero. No siempre lo esperaba una cama por las noches y fueron varias las ocasiones en las que durmió en una plaza o en hogares de asilo. A los 34 años se le encontró moribundo por una hemorragia interna a los que los médicos le advirtieron que con un trago más de alcohol moriría. Bukowski siguió tomando y siguió viviendo.
Comenzó a enviar sus escritos en los `60 a las revistas underground, las cuales de vez en cuando le respondían y pagaban. Sus versos rompían con lo tradicional, narraban acontecimientos ordinarios de muerte y soledad, sin nada de musicalidad y carente de reglas métricas. Finalmente a los 40 años es descubierto por el editor John Martín, de ahí en adelante, se convirtió plenamente en escritor como decía él, «para poder dormir todos los días hasta las doce».
Su primera novela, “Cartero” (1970), le permitió abandonar la oficina de correos en la que trabajaba. A ésta seguirían otras cinco: "Factotum" (1975), "Mujeres” (1978), "La senda del perdedor” (1982), "Hollywood" (1989), "Pulp" (1994). Todas protagonizadas por Henry Hank Chinaski, alter ego del propio Bukowski, un consumado antihéroe, alcohólico, misántropo que cambia continuamente de trabajo y de mujer.
Los cuentos de Bukowski están reunidos en varios volúmenes, "La máquina de follar” (1977), "Música de cañerías" (1983), "Escritos de un viejo indecente” (1969) y el más conocido, “Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones” (1972) que recoge relatos aparecidos en varias revistas underground.
El alcohol, el sexo, la soledad y los aspectos más absurdos y sórdidos de la civilización ocupan un lugar de honor en la obra de Bukowski, que siempre evitó los ambientes literarios; prefería los bares y las habitaciones lúgubres. En su narrativa se cuentan historias de la periferia, de la miseria y la marginalidad. Sus personajes son mujeres de los bajos fondos, drogadictos, delincuentes, apostadores, buscadores de fortuna, arruinados, seres sórdidos y desesperados. Con escenarios fuertes, oscuros nauseabundos, espacios físicos descuidados y pobres, lejanos a cualquier idilio, y donde la magia de la naturaleza está ausente.
Otra de sus facetas, menos popular, es la escritura poética, entre sus mejores textos se encuentran en "Los días pasan como caballos salvajes sobre las colinas” o "El amor es un perro del infierno”. El escritor se casó en 1985 con Linda Lee Beighle, con quien había comenzado a salir cuando su relación con Linda King empezó a declinar a mediados de la década de los 70. Lee fue la responsable de un ligero cambio en la vida de Charles Bukowski, disminuyendo sus impulsos de autodestrucción. Recién a los 73 años sufriría su primera pulmonía, la que le quitaría la vida. Pero él recibiría a la muerte diciendo «Hey, amiga, que gusto verte».
Leer a Bukowski es perder la inocencia y sentirse menos solo, la vida no es tan hermosa y las personas tan imprescindibles. Es por estas razones que a Charles se lo ama, en su forma ruda de escribir, o se lo desprecia por su indecencia.
Damián Genes
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